The world looks better Through your eyes {Neville}

Luna caminó lentamente por los pasillos, dibujando con los dedos el reborde de las viejas paredes de piedra tallada. Le gustaba leer la historia oculta entre todos esos símbolos y figuras. Harry muchas veces le había dicho que era imposible descifrarlos, que la cultura que los había plasmado estaba extinta desde hacía millones de años. Extinta, pensó reflejando, como pocas veces, su preocupación ante la guerra que se desataba entre su gente. La palabra había enviado escalofríos a su espalda y no pudo evitar mirar hacia atrás en busca de alguna ráfaga de viento que explicará tal fenómeno. Por supuesto que no había ninguna fuga de aire estando bajo tierra, pero nunca es malo comprobar las cosas antes de sacar conclusiones.

Pronto la sensación remitió y la rubia continuó el camino con sus dedos pegados a la pared con ilusión. Una bella ave se delineaba entre sus manos, haciéndole recordar la superficie. Hacía mucho tiempo que Luna no pisaba el suelo Londinense. El de arriba claro. No es que no deseara volver a ver el mundo exterior, pero sabía que su ayuda era mucho más necesaria allí abajo y llevaba ya meses entre las catacumbas,cuidando niños y enseñandoles encantamientos a los más jóvenes de la Resistencia.

A veces como en ese momento, pensaba en pedir a los exploradores un par de plantas y flores para cuidarlas allí abajo, con algo de magía podría mantenerlas vivas, pero temía que se arriesgaran demasiado para encontrar un simple capricho suyo por lo que solía callar su deseo y suspirar. Algunos días se sentía como una pequeña planta que se va marchitando en la oscuridad, tanto miedo, tanta violencia, ninguno de ellos eran sentimientos que conociera... Sin embargo al subir a la superficie esa sensación cambiaba y no para mejor. Allí arriba podías respirar la misería. Se te metía en los pulmones y te llegaba al corazón. Ninguna de las criaturas que conocía, ni siquiera las más extrañas que inventara su querido padre eran capaces de tal cosa. Solo los mortífagos y sus ideas sin sentido. Luna suspiró. Parecía haberse hecho una costumbre desde hacía un tiempo y la rubia se prometió no volver a hacerlo. Uno suspira cuando está cansado y ella no podía cansarse ahora. No de luchar al menos.

Dejó entonces de perfilar las paredes y se dirigió a su habitación con paso firme. De repente había recordado que estaba a punto de ir a una misión. Rescatar a Hermione. El corazón se le encogió por un segundo al pensar en el destino de su amiga, sin embargo volvió a iluminarse al siguiente, al recordar que la castaña era una guerrera excepcional y una persona brillante - algo esceptica tal vez pero nadie es perfecto ¿o si ? -  y podía defenderse sola. Lo único que necesitaba es alguien que la ayudara a encontrar el camino a casa y seguro que volvería con Voldemort atado de los pies. Si, Hermione estaría bien de cualquier manera, pero ella ayudaría en todo lo que pudiera, inclusive entrando a ese Bosque tan tétrico.

Pocas cosas asustaban a Luna pues el temor es simplemente la reacción ante algo desconocido, pero Luna siempre supo que el mundo está lleno de cosas desconocidas por sus ojos, ¿para qué asustarse por cada una de ellas? Es una pérdida de tiempo, pero el bosque de Tirania era un lugar muy peligroso y lo sabía. Lo único que quisiera antes de partir sería despedirse... ¿de quién? ni siquiera tuvo que pensar pues sus pies la habían llevado durante su ensoñación hasta la puerta de una de las aulas, aquella donde enseñaba cierto amigo suyo. ¡Tus pies son más inteligentes que tu cabeza Luna Lovegood! se reprendió divertida. - Tal vez realmente estoy un poco loca, esperemos al menos que Neville esté aquí - pensó  en voz alta con una sonrisa, mirando sus pies con curiosidad preguntándose a donde la llevarían en unos pocos días.

La rubia le devolvió la sonrisa y notó como el rostro del joven parecía haber envejecido diez años en un día. Un pequeño e infantil mohín se le escapó al verlo tan preocupado. Seguramente el peso de ser el Líder de la Resistencia durante la ausencia de Harry le estaba dando de dolor de cabeza a Neville, dedujo después de un momento. A pesar de que muchos pensaran que vivía en un mundo aparte, ella bien sabía leer a las personas, en especial a las que quería. Y le dolía verlas preocuparse o sufrir por cosas que no podían cambiar.

- Preocuparse demasiado no te ayudará a ti ni al campamento ¿sabes? el estrés jamás es un buen consejero- soltó ignorando su primer comentario. - Todavía nos quedan un par de horas antes de tener que salir al exterior - comentó distrayéndose con las anotaciones de la pizarra junto a ella. Harry y los demás aún estaban reuniendo armamento, algo en lo que ella no tenía experiencia, por lo cual le quedaban aún horas de rondar por la base sin nada que hacer pues su equipaje estaba listo: un par de túnicas, un abrigo y un par de botas ¿Qué más podría necesitar en un bosque maldito? Luna suponía que no había mucha gente que supiera la respuesta a tal pregunta, por lo que su pequeño paquete le parecia más que suficiente. Y su varita claro, esa que ahora llevaba ajustada en un cinto pues la nueva, la que el señor Ollivander le había regalado tan amablemente, era demasiado larga para guardarla detrás de la oreja donde claramente estaría más segura.

Sin esperar una respuesta de Neville le ofreció su mano y se dirigió a la puerta, por donde algunos estudiantes rezagados salían rumbo al comedor. - Vamos, el helado siempre es bueno para calmar el alma, además ayuda a enfriar la ideas - sonrió como una niña compartiendo su información como si fuera un secreto de estado - y creo que la familia Fortescue nos ha enviado un par de botes de helado de chocolate durante uno de los viajes de reconocimiento. - Luna era levemente consciente de que tal vez nunca volviera a la base y realmente aquel fuera el último postre que compartiera con Neville pero.. ¿para que dramatizar? Sin demora comenzó el camino hacia la cocina tarareando una antigua canción muggle que escuchará en una de las radios que la Resistencia usaba para captar señales del exterior.

- ¡Tu clase!- se sorprendió recién tomando en cuenta lo que acababa de hacer, arrastrandolo sin darle tiempo a avisar a sus alumnos. Sus ojos se abrieron con asombro pero luego se relajó tomando el helado que el moreno le ofrecía - No creo que se enojen por perder una clase pero creo que la mayoría de los alumnos nos vieron corriendo hacia aquí, así que no será necesario. Pero si quieres yo les diré porque secuestré a su profesor - dijo con tono divertido pero solemne, como si enfrentar a un puñado de adolescentes fuera una dificil tarea.

De camino a la cocina, realmente habían recolectado muchas miradas, pues cada vez era más raro ver a alguien riendo y corriendo por aquellas habitaciones, con excepción de los niños, a quien Luna adoraba cuidar. Pasaba a veces más tiempo con ellos que con los magos mayores pues podía ayudarles a imaginar que no estaban en una sucia y enorme cueva, sino en un lugar mágico lleno de escondites y secretos. Inclusive, cuando los dulces y algunas chucherías llegaban a la base, Luna se encargaba se esconderlos en lugares estratégicos y luego acompañaba a los niños a encontrarlos, como en una búsqueda del tesoro, por eso era a ella a la primera a la que avisaban de las provisiones.

- Extrañaré mucho a los más pequeños - murmuró la muchacha con voz suave. - ¿Puedes cuidarlos por mi Neville? - preguntó entonces Luna, sin querer poner más peso sobre los hombros de su amigo pero sabiendo que nadie más que él se acordaría de pequeños detalles como esos. - Se que lo harás. - Sonrió entonces sin dejarlo contestar, quitando importancia a su pregunta con un gesto - cuidarás bien de todos aquí. - Aseguró sin una pizca de duda.

- Cuéntame entonces que te preocupa - Empezó luego de tomar una enorme cucharada de helado que le congeló el cerebro por un segundo. Frunciendo la nariz continuó - Si un pensamiento deprimente no es compartido, pronto hecha raices y se queda allí día y noche, como una canción pegajosa de la que no te puedes deshacer hasta que la cantas - explicó como si fuera lo más lógico del mundo, apuntando y moviendo las manos con su cuchara en el aire. En medio de uno de esos movimientos tiró chocolate en todo el suelo y la pared, logrando que un par de pequeños elfos domésticos salieran de las alacenas, corriendo dispuestos a limpiar el desastre que había causado la rubia. - ¡Lo siento! - les dijo con mirada compungida pero evitando ayudarlos pues había descubierto que eso los ofendía horriblemente. - Te presento al Sr. Hosky y la Sra. Honey nuestros nuevos ayudantes en la cocina - Presentó a los nuevos elfos, quienes habían sido liberados y rescatados durante una de las misiones recientes, eran adorables según Luna aunque no se dejaban ver muy seguido pues temían a los magos en general. En cuanto los pequeños elfos regresaron a su escondite, luego de unas graciosas reverencia. Luna volvió su atención a su amigo. No iba a dejar que se escapara de su pregunta.