Hermione J. Granger || ID

Muy inteligente y astuta. Perspicaz y lúcida en todo aquello que no implique sentimientos. Es sensata, fuerte y paciente, además de perseverante pues analiza muy bien las situaciones antes de actuar, cualidad que siempre la convertía en la conciencia del grupo. Su memoria solía ser una de sus más grandes ventajas frente al mundo, pues podía recordar frases enteras, capítulos de libros enormes y pequeños detalles que normalmente nadie tomaría en cuenta y son importantes.
Sin esa memoria, Hermione se vio perdida en un limbo de no saber por qué esta en este lugar y por qué no puede recordar dónde debía estar... Como un péndulo sin un destino dónde apuntar, la inteligencia de Hermione se mantuvo intacta, supo qué le convenia en cuanto las cosas se pusieron insoportables... Se mantuvo callada y cabizbaja soportando insultos y malos tratos. Si antes era muy cerrada en cuanto a sus sentimientos, ahora lo es el doble... Pues se siente sola constantemente y en algunos sueños, se imagina en otra vida, con otras personas y otro destino... Aquellas ideas simplemente no la ayudan.

Antes de entrar a la sala de estar de su propia casa, Hermione Granger se detuvo al pie de la escalera con la varita empuañda y apuntándola hacia las nucas de sus padres quienes tomaban una taza de té mientras leían el periódico local. Ellos jamás se habían imaginado que tenían una bruja en su familia, cuando Hermione nació lo único que le desearon fue que sea feliz y cumpliera sus sueños... Hubieran imaginado quizá a una gran médico o una política exitosa, una artista independiente o incluso una corredora de carreras...  Todo había pasado por sus cabezas excepto la idea de que sea una hechicera, de que perteneciera a un mundo en el que no pudieran protegerla porque no entienden ese mundo.
Una lagrima silenciosa bajo por la mejilla de Hermione mientras por primera vez, su mano temblaba antes de lanzar un encantamiento...
Cada recuerdo que sus padres podrían haber tenido de ella, cada momento, cada sueño y cada ilusión que habían planeado para ella se reducía a momentos vacíos en 17 años, momentos en los cuales solo se tenían el uno al otro, el Dr. Granger y la Dra. Granger, una pequeña familia perfecta... Sin hijos.

Mientras nadie la veía, Hermione se quebró en el camino... pasó a ser una adolescente llorando en el asiento de un autobus, sin que nadie se acercara a preguntarle qué le sucedió. Daba igual si acababa de renunciar a sus padres por voluntad propia o si le habían cortado mal el cabello. Y mientras sola se desahogaba, ella tuvo una premonición... ¿Y si acababa de cometer un error? Claro que tenía a Harry y Ron pero... ¿Y si en algún momento se quedaba irremediablemente sola?. El resto del camino... trató de no pensar en ello, pero no funcionaba... el miedo tan humano y tan natural que sentía Hermione es el mismo miedo que sentimos cuando nos apagan la luz por primera vez y no podemos reconocer nada entre la oscuridad.

Los únicos momentos felices que tuvo Hermione fueron, amargamente, aquellos en los que junto a Harry y Ron intentaban recolectar todos los horrocruxes restantes... A pesar de la situación, a pesar de que en ese momento nada podía importar más que acabar con Voldemort pagando cual fuere el precio... ella era feliz, porque no solo tenía a su lado a su mejor amigo si no también al amor de su vida, su primer amor. Las noches frías en la carpa remachada de los Weasleys que se habían traido con ellos eran el tiempo que ella aprovechaba para fantasear con un final feliz, para soñar que de la noche a la mañana todo aquel arduo trabajo dependiera de alguien mas o que algun hechizo, alguno que ella pudiera recordar lograra acabar de una vez por todas con Voldemort y sus mortífagos... El tiempo nunca era suficiente, justo cuando imaginaba una solución el sol entraba por los huequecillos del techo de la carpa y con el calor de la luz recordaba que debian caminar un largo camino aún, y que esto estaba muy lejos de terminarse...
Una noche en particular cayó fría sobre el campo abierto que habían escogido, ella estaba encargada de invocar los encantamientos de protección y aunque estaba segura de haberlo hecho bien los ruidos de afuera empezaron a ponerla nerviosa, y no sólo a ella... Harry y Ron también se encontraban alterados.
Tras la muerte de Dumbledore, el hecho de que el mismo Lord Voldemort los encontrara aterrorizaba a cualquiera, aunque los tres juntos tuvieran el potencial suficiente para enfrentarlo y ganarle. Pero quien los acechó esa noche no era Voldemort, eran sus servidores... anunciando arrogantemente que la guerra había terminado y que los sangre sucia deberían temer porque no se imaginaban lo que vendría.
Los hechizos de proteccion no fueron suficientes y un par de Bombardas destruyeron la carpa que los albergaba... era una batalla muy injusta, 3 muchachos... contra un ejercito de cobardes encapuchados. Aunque la guerra hubiera terminado era imposible que ellos supieran donde estaban Harry, Ron y Hermione. Entre 4 pudieron inmovilizar a Harry y Ron, y Hermione lanzó sus mejores hechizos para ayudarlos... sólo cuando estuvo segura de que podrían defenderse empezó a correr hacia el denso bosque llevándose detrás de ella a más de la mitad de mortífagos cazadores.
Sentía su aliento debilitarse y sus pies trastabillar mientras las pisadas ajenas iban acercandose más, tan fuertes que le martilleaban los oídos. "Esto no puede estar pasando" pensó mientras cometía el error más grande y dejaba de ver su camino para voltear y confirmar que no la dejaban de seguir... Uno de sus tobillos falló en un hueco entre la maleza y el cuerpo de Hermione salio disparado colina abajo hacia un acantilado... Sólo una roca frenó su caida y un tronco muerto evitó que se desnucara y muriera, pero el golpe fue peor que la misma muerte...

Hermione despertó con un sabor amargo en el paladar y un dolor horroroso en la cabeza que solo era superado por el ardor de los huesos de su tobillo izquierdo. Miró alrededor confundida... Era una página en blanco. ¿Dónde estaba? ¿Quién era ella? Miró sus muñecas y solo vio un par de brazaletes tejidos, uno de ellos con las iniciales "HRH" y el otro con una piedra tallada que olía delicioso. Mientras más forzaba su mente, más agotada se sentia y más migraña tenía... Apoyo las manos en el suelo para levantarse y unas cadenas la sujetaron fuertemente, haciendo que volviera a caer en el suelo con un golpe seco.
De repente la puerta se abrió y aunque la luz que entraba por la puerta anunciaba que hacía un gran día afuera... para ella, comenzaba su peor pesadilla.

- Bienvenida, Sangre sucia... -